El casamiento de Emilia Attias en revista Gente

“Nos juramos amor ante Dios... ¡y ante la Madre Naturaleza!”
El lunes 7 de diciembre, Emilia y Naim se casaron en la capilla Nossa Senhora D’Ajuda, en un poblado del sur del estado de Bahía donde vive Yamil, hermano del novio.

“Para Naim era importante estar cerca de su familia”, contó ella. Pero algunas horas después tuvieron una tercera boda: fue en la playa, con pies descalzos y bajo la religión de Lemanjá.

La iglesia Nossa Senhora d’Ajuda se alza en lo más alto de este pequeño poblado del sur de Bahía. El templo fue construido en 1550 y es el segundo más antiguo de todo el Brasil, el país con más católicos en todo el mundo. Emilia Attias y el Turno Naim están frente a Estanislao, el sacerdote polaco que llegó a Arraial d’Ajuda hace doce años.

Hasta ese pueblito bahiano viajó la pareja para dar el “sí” ante Dios. “Elegimos viajar hasta aquí porque para Naim era importante estar cerca de su hermano, que vive en Arraial d´Ajuda desde hace veinte años”, va a contar más tarde la novia. Emilia (22) lleva un vestido blanco diseñado por Ana Livni: le llega hasta el suelo y fue tejido sobre hilos de seda italiana.

La gargantilla que luce en su cuello muestra unos flecos de seda blancos que llegan hasta sus rodillas. En el pelo, las trenzas recogidas al mejor estilo años veinte. Y Naim (43) viste una camisola blanca y un pantalón de gabardina en el mismo tono. A las tres menos cuarto de la tarde, el sol golpea transversal a la vieja capilla del centro del poblado al que un río separa de Porto Seguro. Los divide un río.

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La ceremonia es para unos pocos íntimos: en los primeros bancos están la mamá de Attias, Poupée, y Luciana, su hermana mayor. También María del Carmen, una amiga. En la otra fila de bancos aparece uno de los mejores amigos del Turco, Lalo Tinte, con su novia, Lucía Fernanda, y Yamil Sibara, el hermano de Naim. Al lado está su mujer, Crisiane, y sus tres hijos: Aron, Daira y Clara. Las dos sobrinitas del Turco fueron las encargadas de llevarle las alianzas al sacerdote. Justo ahora el padre Estanislao está por finalizar una ceremonia llena de energía: “Les deseo que tengan un amor para toda la vida y un largo matrimonio”, dice. Seguido del clásico: “Los declaro marido y mujer”. Ya eran las tres de la tarde en Brasil cuando la pareja había consumado su matrimonio bajo uno de los ritos más antiguos del mundo. “Somos dos personas llenas de fe y siempre quisimos casarnos por Iglesia”, dice la novia sobre el empedrado de la iglesia de Nossa Senhora d’Ajuda. Aunque todavía faltaba una ceremonia...

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RITO DE PIES DESCALZOS. La mayoría de las mujeres sueña con casarse de blanco. Otras quieren hacerlo descalzas, con ropa bien suelta, en una playa hermosa de olas calmas. Digamos que Emilia Attias cumplió los deseos de todas y con una boda que duró cuatro días. Comenzó el viernes 4 y se extendió hasta las primeras horas del martes 8 de diciembre. Ahora son las cinco de la tarde del lunes 7. Emilia y el Turco tienen sus pies descalzos, apoyados sobre la arena. Hay mujeres morenas que golpean tenuemente unos tambores y unas exóticas maracas que suenan al compás de semillas de lino y palitos secos. Las negras cantan y todos las siguen.

El marco es el jardín de la posada Sao Francisco, cerca de la ensenada de Arrabal, donde se une el río con el mar. Un pai bahiano repite una oración. Estamos en medio de la ceremonia que ahora va a unir en matrimonio a Emilia y el Turco bajo el rito de Lemanjá, un tributo a la diosa del mar, también llamada Yemanjá o Jemanjá: se trata de un acto de purificación y una ofrenda a la Madre Naturaleza.

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Emilia, su mamá, sus hermanas y su amiga María del Carmen siguen una canción del rito. Las mujeres que cantaban ahora las rocían con agua de rosas blancas. “Agua de Lemanjá”, explican. Mientras, los hombres rezan. Después, todos piden deseos por dentro, para más tarde escribirlos sobre un papel. El pai de raíces africanas los invita a caminar hacia la costa. Los novios y sus invitados mezclan los deseos dentro de una barca de madera, llena de flores blancas. Entre todos la empujan hacia el mar. Cuando el agua llega a las rodillas, sólo siguen el novio y el pai de la ceremonia, que llevan la embarcación hasta que el agua les traspasa el pecho. El pequeño bote se irá mar adentro y será la conclusión de la ofrenda y del ritual. Son las seis de la tarde y el sol ya se ocultó. Emilia y Naim están casados ante la ley argentina, ante Dios y ante la Madre Naturaleza, Lemanjá. Es de noche y es tiempo de celebrar el casamiento a la manera bahiana: bailando descalzos, cantando y sambando a orillas del mar hasta que el cuerpo no pueda más.